UN AMOR INESPERADO POR LAS VIEJAS ESTATUAS
Por Pepe Beltrán, desde Sagua la Grande.
Por aquí se ha hecho mucho artistaje con Albarrán en estos días; todo el mundo junto a
la estatua, flores, banda tocando y hasta el nieto Thierry Gaudin vino de Francia asombrado por tanta bondad con su abuelo, sabiendo bien que se le dejó enmohecer por décadas y cagar por cuanta paloma volaba por el Parque Albarrán construido en la época que ellos llaman “Neocolonia”.
Durante esa “Neocolonia” que los seres libres y democráticos nos orgullecemos en llamar “República” (1902-1958), esa estatua no solo se gestó y se construyó con mucho amor, si no que se le dió dedicado mantenimiento año tras año, día tras día.
En años recientes parecía un monumento egipcio en el abandono del agresivo desierto, moho, mierda, rajaduras, desidia, niños escalando el Everest, novios amándose a la sombra del viejo, borrachos meando sus raices y cuanta miseria humana, apatía, indiferencia o abulia pueda imaginarse, lo mismo que sucedía con Machín al que llamaban “el negro burgués” y su sinónimo racial Jorge Mañach “el blanco burgués”. En el caso de Albarrán no lo acosaron con epítetos y nombretes de mal gusto pues pertenecía a una época lejana y hasta cierto modo beneficiaba el pretigio local, pero sí lo colocaron en el baul del olvido dándole prioridad a las nuevas estátuas revolucionarias.
Ahora los ideólogos del Partido Comunista han descubierto (y autorizado) a sacar las estatuas de los baules pues, aunque es un arma de doble filo exaltar la “Neocolonia”, es más grande el desespero que tienen con sus gravísimos problemas ideológicos y materiales que los llevan en alta velocidad hacia el “Abismo de Raúl”, porque “mientras más propaganda tengamos más dinero nos entrará y más nos amarán los que antes despreciamos”- piensan ellos.
Un ejemplo ya clásico de esta improvisada conducta lo es la famosa imagen del Ché Guevara utilizada como ícono capitalista de comerciales y atracción circense, en relojes (a lo Miky Mouse), vasos, cucharas, medias, chores, ajustadores, calzoncillos, bikinis, y hasta en la parte posterior de un blumer de mujer, verdadero bochorno para los que lo aman, pero no para los ideólogos que ahora prefieren el billete a la leyenda. Por mi parte me alegra ver esa figura en el culo de una asquerosa rubia americana, ese es el final de un experimento fuera de control, pero jamás nos gustaría ver a Albarrán en un preservativo o en un tibol debajo de la cama.
Esta reflexión va dirigida a nuestros longevos gobernantes porque muchos de mis amigos y yo fuimos a ver el monumento del sabio en su aniversario con todo el corazón como nunca hemos dejado de hacer desde que este era una bola de mugre a la que ningún dirigente prestaba atención.